La definición, o dimensión, del Ilusionismo según Roberto Mansilla: “Es el punto de encuentro entre la imaginación y la realidad”, haciendo una introducción a su tesis “La magia como objeto de comunicación”, y por qué no, un punto de encuentro entre dos o mas personas, en una relación íntima entre la manera de apreciar las formas del lenguaje y de los símbolos de la magia.
Es en el contexto de Jornadas Seminario “Comunicación Arte / Arte Comunicación” en donde Bruno, uno de los participantes de la audiencia pasa a ser parte de ese mundo de la imaginación. Él se imagina una baraja de cartas; toma una, la separa, la da vuelta y la vuelve a colocar en esa baraja imaginaria. Pero la realidad de Bruno se mezcla con la imaginación del mago. Es como esa sensación de posibilidad e imposibilidad vividas de la realidad: una característica del ilusionismo. El mago gira el mazo y extrae una carta, la levanta, la gira y le pregunta a Bruno si la carta en su mano es la que él había elegido, Bruno responde afirmativamente.
Se genera una sensación de curiosidad, de intriga. Hubo una especie de entendimiento implícito: ambos estaban como conectados por no se qué. Los movimientos del mago fueron sutiles, limpios; movimientos tenues, delicados, como si en esa delicadeza o finura se fuera deslizando la conexión entre ambos. Y uno quiere ir más allá de lo que se ve, quiere descubrir, porque hay algo que impacta y nos deja pensando en el resultado de ese juego, esa magia, y nos lleva a querer entenderlo.
En la escena cultural actual no se tiene en cuenta a la magia. Son pocos los lugares en que se le otorga un espacio para su manifestación. Pero Mansilla la propuso como un objeto de estudio partiendo de la idea de que en la magia y en el ilusionismo hay una dimensión del esquema comunicacional. Para esto se retoma uno de los conceptos de Verón, en tanto señala que la comunicación es todo lo que produce sentidos, cómo se produce sentidos. Lo implica un análisis del discurso: en el asunto de la magia, por ejemplo, el caso de la mujer que es colocada dentro de una caja y es serruchada y luego se la muestra como partida al medio, acto que genera determinada sensación, un escalofrío. Impresiona.
Cabe señalar que nuestra cultura más primitiva nace de una especie de creencias de la magia que se tuvo, y que quizás hoy pueda tener, cada uno: cuando alguien no cuenta un proyecto por miedo a que se deshaga, o cuando ante determinado anhelo se cruzan los dedos.
Hay una correspondencia entre el mago que produce efectos ilusorios mediante el juego de manos y trucos, y el espectador, que se impresiona, se sorprende y cree en esa imagen que se le presenta, hay una afección emocional del espectador. Entonces hay un sentido íntimo entre el mago y él, mediante esta relación fluida, y la complicidad.
Es en el contexto de Jornadas Seminario “Comunicación Arte / Arte Comunicación” en donde Bruno, uno de los participantes de la audiencia pasa a ser parte de ese mundo de la imaginación. Él se imagina una baraja de cartas; toma una, la separa, la da vuelta y la vuelve a colocar en esa baraja imaginaria. Pero la realidad de Bruno se mezcla con la imaginación del mago. Es como esa sensación de posibilidad e imposibilidad vividas de la realidad: una característica del ilusionismo. El mago gira el mazo y extrae una carta, la levanta, la gira y le pregunta a Bruno si la carta en su mano es la que él había elegido, Bruno responde afirmativamente.
Se genera una sensación de curiosidad, de intriga. Hubo una especie de entendimiento implícito: ambos estaban como conectados por no se qué. Los movimientos del mago fueron sutiles, limpios; movimientos tenues, delicados, como si en esa delicadeza o finura se fuera deslizando la conexión entre ambos. Y uno quiere ir más allá de lo que se ve, quiere descubrir, porque hay algo que impacta y nos deja pensando en el resultado de ese juego, esa magia, y nos lleva a querer entenderlo.
En la escena cultural actual no se tiene en cuenta a la magia. Son pocos los lugares en que se le otorga un espacio para su manifestación. Pero Mansilla la propuso como un objeto de estudio partiendo de la idea de que en la magia y en el ilusionismo hay una dimensión del esquema comunicacional. Para esto se retoma uno de los conceptos de Verón, en tanto señala que la comunicación es todo lo que produce sentidos, cómo se produce sentidos. Lo implica un análisis del discurso: en el asunto de la magia, por ejemplo, el caso de la mujer que es colocada dentro de una caja y es serruchada y luego se la muestra como partida al medio, acto que genera determinada sensación, un escalofrío. Impresiona.
Cabe señalar que nuestra cultura más primitiva nace de una especie de creencias de la magia que se tuvo, y que quizás hoy pueda tener, cada uno: cuando alguien no cuenta un proyecto por miedo a que se deshaga, o cuando ante determinado anhelo se cruzan los dedos.
Hay una correspondencia entre el mago que produce efectos ilusorios mediante el juego de manos y trucos, y el espectador, que se impresiona, se sorprende y cree en esa imagen que se le presenta, hay una afección emocional del espectador. Entonces hay un sentido íntimo entre el mago y él, mediante esta relación fluida, y la complicidad.
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